Esther tiene 39 años y una sonrisa que ilumina. Actualmente compagina su labor de madre con la de estudiante de Magisterio de Educación Infantil y, desde hace un tiempo, también es voluntaria en ARAD. Acompaña a una de las personas usuarias de la asociación en su proceso de mejora en habilidades de lectoescritura. Para ella hacer voluntariado no es solo entrar en el corazón de las personas que lo pasan mal, sino también entrar en el corazón propio y generar un espacio compartido lleno de amor.

¿Por qué decidiste hacer voluntariado en ARAD?
Me interesa acompañar a personas. Disfruto compartiendo experiencias y aprendiendo de la relación con ellas. Me sentía con ganas de aportar a la comunidad y decidí ponerme en contacto con la Federación Riojana de Voluntariado Social. Allí me dijeron que ARAD buscaba una persona y yo encajaba en el perfil. Aproveché la sincronicidad y me lancé a aceptar la propuesta.

¿Cuáles son tus tareas?
Acompaño a una de las personas usuarias de la asociación en su proceso de mejora en habilidades de lecto- escritura. Mi intención es que la persona a la que acompaño se sienta segura y cómoda para compartir su proceso de aprendizaje conmigo.

Como voluntaria, ¿qué recibes?
Recibo amor, buenas vibraciones, energía positiva… Tengo la oportunidad de conocer diferentes realidades que abren mi mente y la sensación de que formo parte de una comunidad que pone los cuidados en el centro.

¿Cómo animarías a practicar voluntariado?
Gloria Fuertes escribió: “Ser voluntaria es entrar en el corazón de las personas que lo pasan mal”. Por mi parte, añado que también implica entrar en el corazón propio y generar un espacio compartido lleno de amor.

¿Qué es para ti ARAD?
Un lugar seguro. Una casa en la que hay personas especiales que cuidan a personas especiales. Una comunidad que realiza acciones para generar un mundo mejor. Una familia elegida que me ha acogido con cariño y amabilidad.