“El voluntariado digital es una realidad que ha venido para quedarse y en el contexto de la COVID-19 ha encontrado su entorno más favorable”
Marta Castillo es, desde 2017, responsable de proyectos del Área de Estudios e Innovación Social de la Fundación Tomillo. Cuenta con quince años de experiencia en el asesoramiento y apoyo a administraciones públicas, entidades del Tercer Sector y empresas privadas. En los últimos años ha dirigido varios análisis en materia de voluntariado como: ‘VolunTIC. Estudio sobre el impacto del uso de las TIC en la acción voluntaria’ (2020), ‘Midiendo la huella voluntaria’ (2020) y ‘La atención a la diversidad desde la acción voluntaria: estado del arte y buenas prácticas’ (2019).
Fundación Tomillo ha hecho un estudio sobre la influencia de las TIC en el ámbito del voluntariado ¿Cuál era su objetivo?
VolunTIC es un estudio que nació a partir de una tendencia que habíamos observado desde nuestro Programa de Participación Voluntaria (la creciente incorporación de tecnologías y elementos digitales a la actividad voluntaria) y a la aparición de nuevas formas de voluntariado. A partir de ahí propusimos al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social que nos financiara esta investigación que, en definitiva, se orientaba a indagar en esta tendencia, al tiempo que contribuimos al conocimiento del impacto del uso de las TIC en los programas de voluntariado en nuestro país, tratando de comprender los efectos que tiene la tecnología sobre los agentes que intervienen en el ciclo de la actividad voluntaria: empresas, entidades sociales, las propias personas voluntarias, etc.
Las TIC han supuesto un cambio en la forma de relacionarnos. ¿Han transformado la acción voluntaria?
Ciertamente ahora vivimos en sociedades que han pasado de economías centradas en la industria y los servicios, a economías del conocimiento, basadas en el desarrollo de la computación, las tecnologías digitales, las redes informáticas e internet. Este cambio ha llegado a modificar nuestra propia cotidianidad. Las TIC se han incorporado de manera masiva a todas las esferas de nuestras vidas. Lógicamente, esto está teniendo un efecto también en el voluntariado, que no sólo está realizándose de nuevas maneras, mediado por las TIC de múltiples formas, sino que está también modificando su esencia, aquello que consideramos voluntariado, el tipo de acciones voluntarias, y las condiciones en que se ejerce: espaciales, temporales, etc.
¿Cómo están accediendo a las nuevas tecnologías las entidades de voluntariado?
Lo que vemos a partir de la encuesta a ochenta entidades del Tercer Sector de ámbito estatal y autonómico que hicimos para nuestro estudio y de las fuentes secundarias consultadas, es que el acceso a las TIC es desigual, según el tipo de entidades, y que en muchas organizaciones las TIC están lejos de estar integradas con el alcance necesario. Esto se está produciendo de una manera gradual. El uso de las tecnologías básicas, la disponibilidad de página web o el uso y gestión de perfiles en las redes sociales están más o menos extendidas en el Tercer Sector que, sin embargo, ha integrado en menor medida estas herramientas en su estructura organizativa y operacional. En general, se percibe una falta de cultura digital en las entidades que raramente cuentan con estrategias de transformación digital.
No es extraño si pensamos en el contexto de fragilidad económica del Tercer Sector, que todavía no se ha repuesto de los efectos de la crisis económica de 2008, esta escasa transformación digital, pero no es el único factor. La falta de conocimiento y competencias en los equipos, que no suelen tener perfiles tecnológicos, la falta de infraestructuras y equipos, el perfil de los beneficiarios o el tipo de actividades desarrolladas, a veces poco permeables a las TIC, o la propia resistencia al cambio de las organizaciones, que no perciben de manera realista la necesidad de las TIC, son elementos que también aportan a esta falta de madurez digital del sector en su conjunto.
¿Qué es el voluntariado digital? ¿Cómo comenzó?
Lo que hoy podemos denominar voluntariado digital o, como nos parece más adecuado denominarlo, voluntariado mediado por las TIC, existe desde hace bastante tiempo. Parece ser que las primeras experiencias se remontan al proyecto Gutenberg (1971), donde voluntarios de diferentes países se dedicaron a mecanografiar y digitalizar obras de la literatura universal. En España, como en el resto de Europa, estas iniciativas se remontan a la década de los 2000, con ejemplos como el Fórum de las Culturas (2004) de Barcelona o Hacesfalta.org.
En esencia, el voluntariado mediado por las TIC se refiere a todas aquellas actividades voluntarias que se realizan total o parcialmente a través de TIC, sea a distancia o in situ, en tiempo sincrónico o diacrónico, generalmente con soporte en internet e independientemente de las funciones realizadas por la persona voluntaria, aunque habitualmente son actividades vinculadas a la producción, gestión o difusión del conocimiento.
¿Cuál es el perfil de los voluntarios digitales?
Es complicado responder a esa pregunta porque no hay muchos estudios sobre el perfil del voluntariado en nuestro país. Sabemos, por algunos análisis anglosajones, que el voluntariado mediado por TIC tiene el potencial de movilizar a colectivos más variados, y que ciertos colectivos son más propensos a vincularse únicamente a actividades de voluntariado on-line. En concreto, los jóvenes, a los que atrae el bajo grado de compromiso que exige, la flexibilidad de estas fórmulas, y la afinidad que, como “nativos/as digitales”, tienen con estas tecnologías; y por sexos, los hombres, que aparentemente también se sienten más confiados en sus habilidades digitales que las mujeres. Algunos análisis sugieren que los jóvenes y los voluntarios de sexo masculino son también los que realizan en mayor medida actividades voluntarias digitales de manera complementaria a las presenciales.
El voluntariado mediado por las TIC tiene una gran flexibilidad, de manera que tiene un potencial enorme para muy diversas actividades que no difieren espacialmente de las que se puedan hacer presencialmente, aunque en general sí tienden a una mayor especialización. Nos referimos a tareas que van desde el asesoramiento, a la edición y difusión de materiales, el mentoring, las tutorías, el apoyo a la formación o el diseño de bases de datos, de aplicaciones móviles, de recursos gráficos… Siempre hay un componente importante de gestión del conocimiento.
En el marco normativo del voluntariado actual, ¿está reflejado este tipo de voluntariado?
El marco normativo del voluntariado en general necesita una revisión en esta materia porque, a mi juicio, no lo reconoce con la amplitud e importancia que merece, y el sistema en su conjunto, tanto estatal como autonómico, carece de programas de apoyo para el fomento del uso de las TIC en las organizaciones promotoras de voluntariado lo que, en cierto sentido, puede también ser un factor explicativo de su falta de generalización.
¿Es necesaria la colaboración entre las entidades de voluntariado y el sector tecnológico?
Como hemos visto, las entidades del Tercer Sector no suelen contar con capacidad propia para el desarrollo de respuestas tecnológicas en la acción voluntaria. Resulta fundamental tejer redes y establecer alianzas con otro tipo de organizaciones como las empresas. En ese sentido, algunas de las experiencias más interesantes que hemos visto en este tema son iniciativas de entidades del Tercer Sector en alianza con empresas tecnológicas muy punteras que se encuentran muy activas con sus propios voluntarios. Su aporte para nuestras entidades es de gran valor.
¿Cuáles son los retos futuros de las entidades? ¿Se ha producido un cambio a raíz de la pandemia?
En mi opinión, el voluntariado digital es una realidad que ha venido para quedarse, y en el contexto de la COVID-19 ha encontrado su entorno más favorable. En el último año hemos tenido que hacer un gran esfuerzo de digitalización, no ya para realizar actividades de voluntariado, sino simplemente para poder prestar nuestros servicios a las personas a las que venimos atendiendo. Y hay que tener en cuenta que muchas personas de colectivos vulnerables carecen a menudo de lo más básico, de ordenadores, de conexión a internet y de conocimientos sobre su uso, lo que ha supuesto una dificultad adicional.
El no ser capaces de subirnos al “carro digital” entraña una pérdida de valor como organizaciones y supone muchos riesgos. Entre ellos: no ser capaces de adaptarnos al nuevo entorno, ser menos eficientes, quedarse obsoletas, permanecer al margen de nuevas oportunidades que requieren de esa integración de las TIC en la gestión, en las estructuras, en los equipos…
Desde Fundación Tomillo, ¿cuál es su experiencia con este tipo de voluntariado mediado por las TIC?
La acción voluntaria de la Fundación Tomillo se canaliza a través del Programa de Participación Voluntaria. Más allá del proceso de transformación digital de la entidad que estamos desarrollando, en los últimos años hemos iniciado progresivamente una línea de trabajo en materia de TIC en nuestros diferentes programas, sean de educación, empleo o en la intervención con familias, dado que creemos que la inclusión social efectiva de nuestros/as participantes, la mayoría jóvenes, pasa por que estén familiarizados y sean competentes digitalmente.Así, por ejemplo, hemos incorporado educadores tecnológicos a nuestros programas y hemos desarrollado algunas experiencias muy valiosas con voluntariado procedente de empresas tecnológicas, como el desarrollo de un proyecto de gamificación educativa a partir de un scape room diseñado con voluntariado de Fundación Telefónica.
En 2020, con la pandemia, se han precipitado algunos procesos, adoptando en muchos programas modelos híbridos (o “blended”) de intervención, en el mejor de los casos, cuando no completamente digitales, que nos han permitido seguir prestando apoyo a los/as participantes en los programas en este contexto tan difícil.